Álvaro Iglesias
Es
un fotógrafo gallego. Actualmente está estudiando en Dublín.
Nos
cuenta lo siguiente:
Después de haber visto la película “La
vida es bella”, organizamos un viaje a Auschwich.
Hacía un día nubloso, gris, triste. No
sé si el tiempo pudo influir tanto, pero la verdad es que, gracias a ello, ya
eras parte de “ese ambiente”. Empezamos en el campo de concentración de
Auschwitz-Birkenau donde, nada más entrar, se podía leer un cartel que ponía:
Arbeit macht frei (el trabajo hace libre)
El campo, rodeado de alambradas
antiguamente electrificadas, estaba lleno de pequeñas casas numeradas donde
podían dormir hasta 25 personas en una misma habitación. Esas paredes estaban
impregnadas de tristeza, una tristeza que difuminaba cualquier ápice de
esperanza o de ganas de vivir.
En el campo de concentración tenían
apiladas montones de maletas olvidadas de los prisioneros que nunca llegaron a
su destino. También había pelo humano, latas usadas del gas letal, prótesis
ortopédicas, gafas, zapatos...Era un panorama sobrecogedor.
En el segundo campo de concentración,
Auschwitz II-Birkenau, estaban los crematorios, los barracones y las cámaras de
gas. A este campo de concentración los prisioneros llegaban en trenes y, una
vez allí, serían seleccionados según su capacidad física. Engañaban a los
prisioneros mandándoles a las duchas cuando, en verdad, iban a las cámaras de
gas.
Entre esas cuatro paredes el horror que
se vivió era inhumano. Algunos morían al instante, otros podían aguantar hasta
20 minutos. En el techo había una especie de agujeros por donde tiraban las
latas de gas. También había una pared llena de arañazos de los prisioneros
intentando salir desesperadamente de ese infierno.
Visitando Auschwitz verás cosas que
nunca imaginarías que un ser humano haría y menos cuando ha ocurrido hace poco
más de 50 años.
La exposición de estas fotografías se puede ver en el pasillo que hay junto a nuestra clase.