"Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro". Así empieza el libro "Platero y yo", de Juan Ramón Jiménez. Y así se inicia este blog, como la primera página de un libro que, esperemos, se llena de palabras hermosas.
11 de diciembre de 2010
Rosalía de Castro
Las campanas
Yo las amo, yo las oigo
cual oigo el rumor del viento,
el murmurar de la fuente
o el balido del cordero.
Como los pájaros, ellas,
tan pronto asoma en los cielos
el primer rayo del alba,
le saludan con sus ecos.
Y en sus notas, que van repitiéndose
por los llanos y los cerros,
hay algo de candoroso,
de apacible y de halagüeño.
Si por siempre enmudecieran,
¡qué tristeza en el aire y el cielo!,
¡qué silencio en las iglesias!,
¡qué extrañeza entre los muertos!
Rosalía de Castro. En las orillas del Sar
Hola a todos. Durante muchos, muchos años, las campanas han tenido un importante papel en las ciudades. Eran un poco las que organizaban la vida de las personas, ya que eran el reloj para los habitantes, tocaban "a muerto" o a "mortejuelo" (cuando moría un niño), también cuando había incendio,es decir, hacían lo que hoy hacen las sirenas de los vehículos de bomberos, sonaban cuando había peligro... Tenían su propio lenguage, que todas los habitantes conocían, por eso, y por su hermosura, merecen un respeto.
ResponderEliminarMaría Ángeles
¡¡¡ Que poesía tan chula!!!
ResponderEliminarQué/
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